Amor es una palabra
muy grande. No solo porque englobe un sentimiento fuerte que es
difícil de explicar y definir, sino porque habla de muchas formas de
sentir intensamente por alguien más. Existen todos esos tipos de
amor convencionales, todos esos que creemos sentir: por nuestra
pareja, nuestros padres, nuestros amigos, nuestros hermanos; pero
también hay muchos otros que creemos desconocer. Si no fuese así,
¿por qué es distinto cada vez?
Claro que, todos
tienen cosas en común. Nunca sabemos de dónde proviene y, dicen,
que sólo si no podemos explicarlo es amor de verdad. Puede que sea
cierto, puede que no. La cuestión es que amar, sea como sea, es algo
que te sale de dentro, del alma, del corazón, de la mente y por
ello, duele. No es el dolor de los golpes, no, eso no es amar. Se
trata de una profunda punzada en el fondo de ti mismo que te impide
respirar, que no sabes como se para, pero que no quieres parar. El
amor es nostalgia cuando no estás cerca de quién amas, es deseo de
no perderlo cuando puedes tocarlo. No es estar en una nube, ni ver el
mundo color de rosa. Porque por supuesto que amar te hace feliz, pero
eso es independiente de si te corresponden o no, ya que dicen no hay
nada mejor que amar y ser correspondido, pero tampoco hay nada mejor
que ser capaz de sentir algo tan puro y bueno por otro ser humano.
Para lograrlo, hay que trabajar día a día en el sentimiento. Tienes
que construirlo con tus manos, forjarlo sobre promesas que no siempre
son fáciles de cumplir y, cumplirlas.
El amor se basa en
llevar al límite tu espíritu por otra persona, en llevarte a tí
mismo con él. Consiste en volar a lo más alto sin importar la
caída. Y todo esto, absolutamente todo, se puede llevar a cabo en
cualquier tipo de amor. No importa cómo ni a quién, no importa lo
que quieras ser con quién provoca esa sensación. Importa darlo
todo. Hasta el final.