Háblame del arte,
le dije.
Para mí, contestó, el arte es la forma de mi mano al
sostener la pluma, el momento suspendida antes de rasgar el papel. Es
la gota que pende de su punta, que cae, que salpica. Es el trazo
redondeado de la caligrafía, la forma de cada letra, el pedacito de
alma impregnada en cada palabra. Quizás es el símbolo
también, dudó, qué despierte en cada cuerpo, las sensaciones que
escapan a mi control.
Es, supongo, la idea que toma vida propia al escapar de entre mis dedos para inundar inútilmente el mundo con un nuevo aliento vanamente esperanzado.
Es, supongo, la idea que toma vida propia al escapar de entre mis dedos para inundar inútilmente el mundo con un nuevo aliento vanamente esperanzado.